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Nuestro bosque de secuoyas

Parece sencillo pensar que para salir adelante, nosotras también debemos aprender a compartir nuestras raíces con los demás, pedir apoyo cuando lo precisamos y estar preparadas para darlo cuando nos lo piden.

 

A veces nos encerramos en nosotras, y pensamos que podemos con todo, cuando a lo mejor la solución la tenemos en frente. ¿Cuántas veces nos cargamos con innumerables tareas, mas de las que podemos asumir? Unas veces porque pensamos que nadie nos va a echar un mano, otras  simplemente porque pensamos que lo hacemos mejor que nadie. 

 

¿Quién no ha decidido que hacia determinada tarea de la casa porque su marido no lo hacía bien o como nosotras?  Hay que desprenderse de ese sentimiento, liberarnos y pedir ayuda si se necesita, es una mochila que nos lastra y que además alimenta nuestras creencias acerca de que somos imprescindibles.

 

Casi siempre cuando compartimos nuestros temores con los demás, vemos que estos se disipan como por arte de magia, es muy importante compartir y verbalizar con nuestro  entorno aquello que nos preocupa y expresar sin miedo nuestros deseos.

 

Mi amiga Eva, llevaba años en casa cuidando de sus hijos, había dejado de trabajar por este motivo, pero sus inquietudes la llevaban a desear ponerse a estudiar o hacer cosas diferentes. No poder hacerlo la provocaba a una gran frustración, que tampoco la hacía disfrutar como quería de sus hijos y su vida familiar. 

 

Pensaba que su marido no la entendía, pero en realidad nunca le había trasladado esta inquietud.  Al final se lo expuso y encontró que su marido la apoyaba y le parecía una excelente idea que lo hiciera. Se apuntó en un grupo de mujeres que estudiaban fotografía, un tema que la encantaba. Solo le dedicaba un par de días a la semana, pero encontrarse con otras personas que tenían sus mismas inquietudes puso fin a ese periodo de confusión y la permitió disfrutar como quería de todo lo demás. 

 

Hay que confiar en las personas que tenemos cerca, expresar nuestros sentimientos, que muchas veces pensamos que “tienen que leernos la mente” y casi siempre es tan sencillo como comunicarse. 

 

Eso sí, cuando lo hagamos prestemos atención a nuestro sentimientos y los de la persona que tenemos enfrente. Si sientes que estas tranquila y eres comprendida por la otra persona, empezaremos a tejer nuestro bosquecillo de secuoyas. 

 

Compartir nuestras raíces de compasión y apoyo, nos convierte en unas tejedoras de redes de seguridad, en la que el todo es mayor que la suma de las partes. 

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